Lambayeque tiene lo suyo. Hace unas semanas recibí un extraño mensaje, decía "Tengo una revelación, sé cuál es su estética"; sin analizar demasiado me derrumbé en la lectura de un documento en office que hablaba de los cuatro elementos básicos de este planeta: agua, fuego, tierra, aire. Decidí sacar a la luz estos escritos, hasta ahora inéditos, aunque ya hay planes para presentar el texto editado en formato físico. La Poesía se nutre de desesperanza, eso es claro; muerte, desolación, suicidio, fatalidad, el lado oscuro de la fuerza o como mejor se entienda, son temas constantes de la poesía contemporánea. La dicotomía luz/oscuridad nos resulta fascinante, Cromwell Castillo halló la forma de entender la belleza de esta bifurcación incólume, aunque luego quedó flotando en la nada, a sabiendas del terrorífico riesgo que se corre cuando se enciende una lámpara o se da un portazo para darse cuenta que no había nadie en la habitación. Hay un aire metafísico y filosófico en los versos elementales del poeta, quien no pretende saberlo todo pero aún así sucumbe a la inevitabilidad de buscarle un sentido a la materia, al amor, a la luz, a cualquier individuo corriente y excepcional. Entonces nos obsequia este florilegio de poemas dedicados a su actual musa: Este primer esfuerzo íntegro es para ti, Natalí, con todo el amor con que florece la existencia de la incertidumbre. Y con el que, incluso, sería capaz de traicionar mi propio sistema de certezas.
¿A quién le interesa jugar a la ruleta rusa? El destino tiene piernas de atleta, la pista tiene un itinerario conocido, el sol brilla a medianoche en algunas regiones europeas, Nicola Tesla inventó la radio, viajar es un impulso de quienes huímos de nuestra naturaleza; la felicidad es un momento y se esfuma porque también se aburre. El infierno es cálido. Dios juega a los dados todos los días. El amor es una boa constrictor, si hablas su idioma podrás dominarla. Es mejor morir joven. Somos lo que soñamos.
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¿A quién le interesa jugar a la ruleta rusa? El destino tiene piernas de atleta, la pista tiene un itinerario conocido, el sol brilla a medianoche en algunas regiones europeas, Nicola Tesla inventó la radio, viajar es un impulso de quienes huímos de nuestra naturaleza; la felicidad es un momento y se esfuma porque también se aburre. El infierno es cálido. Dios juega a los dados todos los días. El amor es una boa constrictor, si hablas su idioma podrás dominarla. Es mejor morir joven. Somos lo que soñamos.
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Llegar a la luz elemental.
Llegar a la orilla donde arena húmeda
sostiene nuestra incertidumbre.
La ventaja de emigrar al fuego
es no prescindir del ruido de sí mismo.
En medio de nosotros, la fogata
fragmenta la oscuridad inicial
y entiniebla los rumores del agua colindante.
Respuesta es superficie iluminada:
No temamos al origen de un reino variable.
La más reciente manifestación de tragedia
ahora es gozo y mística de resistencia.
El viaje al fuego es un conocimiento radical y llano.
Aunque secreto y sonoro es el mensaje del agua
las llamas han alcanzado elevación de cántico silvestre.
Nuestra condena no es ligereza natural,
es sonido voraz que la vida debe decir para siempre.
Desde aquí hemos merecido los giros del propio ruido.
En el día nuevo, todo mensaje es un desplome:
La espaciosa agua no pudo llevarse nada.
Hay brasa y ceniza en todo intento de fuego:
Todo está intacto.
Es que somos nada.
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No.
El fuego no es el signo de morir con importancia.
Es resistirse y
–bajo la hoguera del sol latente–
celebrar la sombra.
Entonces prepara para la noche la sangre
de heredados rituales
si el delirio cobra de sí su último aullido transparente.
Las calles son una revolución discreta y profunda.
Dentro de nosotros
también la consecuencia define el orden y el dominio.
Ama la ciudad,
ámala guardián en su abundancia
y busca lo imposible: Florecer en el cemento.
Arrójate al designio de agrietar los labios
sin importar el lenguaje monótono del nuevo día.
Ensaya viejas laceraciones cuando despiertes:
Saber bifurcar los miedos
es punzar el sueño de los que abrevian la angustia impunemente.
Por eso
coge tu abismo y calla tu fuego.
Es mejor atravesar las horas contenidas
con la magia mortal de una pregunta ardiente.
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El fuego no es el signo de morir con importancia.
Es resistirse y
–bajo la hoguera del sol latente–
celebrar la sombra.
Entonces prepara para la noche la sangre
de heredados rituales
si el delirio cobra de sí su último aullido transparente.
Las calles son una revolución discreta y profunda.
Dentro de nosotros
también la consecuencia define el orden y el dominio.
Ama la ciudad,
ámala guardián en su abundancia
y busca lo imposible: Florecer en el cemento.
Arrójate al designio de agrietar los labios
sin importar el lenguaje monótono del nuevo día.
Ensaya viejas laceraciones cuando despiertes:
Saber bifurcar los miedos
es punzar el sueño de los que abrevian la angustia impunemente.
Por eso
coge tu abismo y calla tu fuego.
Es mejor atravesar las horas contenidas
con la magia mortal de una pregunta ardiente.
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Tierra / aire: Júbilo fecundo como día desprovisto de ataduras: Estamos para nunca aprender a matar la oscuridad. Jamás en esta tierra que acoge nuestra desnudez miserable. Júbilo por la locura como único natalicio. Júbilo por la locura que siempre será un niño apedreando los muros de su casa vacía: Lengua enferma, vocabulario prohibido. [Tierra y aire surcando insectos, revoloteando abominaciones que he de mapear en mi carne escrita]. Júbilo por las tinieblas. Júbilo por el rayo que es árbol incandescente nacido en la luz de limbo. Júbilo por la enfermedad de palabras y serpientes –colmillos venideros–: Sangre espesa que fluye por calles y plegarias. Júbilo por las altas colinas. Júbilo por el suicidio que consiste en subirlas aferrados al vientre materno. Júbilo por la nada. Y por saber que la nada no pasa nunca por el ojo de una aguja: por ancha y tenebrosa, por existir aún sin el ojo de la aguja que es refugio y oquedad como cualquier día fecundo lleno de júbilo.
Luego habremos de reconciliar los reinos:
[La muerte es una enfermedad como cualquier otra. Hay una cura. Y yo la encontraré].
9
Sueño habitado / pájaro de barro / clamor de lluvia.
Región donde afrontamos confidencia perentoria. Huída o entendimiento de demoliciones. Alas disueltas como condena de tu origen invernal y pedregoso.
[Yo que también soy ave, tengo una jaula dentro de mí –esperando por mí–, aquí en las entrañas].
6
Como hoja del aire
deslízate aquí Poesía
entre cuerpos mutilados de palabras
entre forma resonancia o cantos leves.
Destiérrame.
Busca en ti el lugar lejano que soy yo
porque sólo tú
eres en suma variación:
Hoja
o refugio transparente entre las hojas.
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* (Lambayeque, 1981). Miembro fundador del Grupo Literario Signos. Artista plástico y representante de El espacio del arte: Galería de arte contemporáneo, en Lambayeque. Ha obtenido algunos premios literarios. Es autor de Agua y Transfiguración o el sonido –poemarios incluidos en el libro Signos (Tiro de Gracia Editores. Chiclayo, 2007)–, ¿Dónde acaso es camino? –poemario incluido en el libro Demolición de los reinos (Sol Negro Editores. Lima, 2010)– y la plaqueta Fuego (Cinosargo Ediciones. Chile, 2010). Forma parte de la Colección de Nueva Poesía Peruana Cuervo Iluminado (Pájaros en los cables editores. Lima, 2010). Trabajos suyos han sido publicados en revistas impresas y virtuales de Perú, Venezuela, Chile, Argentina, Colombia, México, Brasil, Estados Unidos, España y Francia.
Dirige la bitácora: http://gambito-de-rey.blogspot.com/
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